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“Así es como Dios cura”, Introducción parte II.

Continuamos con la introducción del libro “Así es como Dios cura” en esta segunda entrada, el Dr. Hertzka nos hace unos apuntes importantes sobre el tema de la medicina y de Hildegarda. 

 

Introducción Parte II.

De sus diversos períodos de redacción, que Hildegarda apuntó con una precisión casi matemática al principio de cada uno de sus libros, como si hubiese sabido que los historiadores de hoy en día querrían saber todo con exactitud, sobresale con una certeza evidente, que tenía a su disposición un tiempo muy limitado para su libro de medicina que se extiende en dos volúmenes. Su composición o más bien su dictado le ocupaba todo su tiempo. Tenía por aquél entonces unos 55 años y se puede decir que estaba en una edad crítica. ¿Como extrañarse pues, que las visiones de “ciencias naturales” tuviesen lugar justamente durante ese período de su vida? Nunca antes ni tampoco después, se iba a ocupar más de temas de medicina, en su actividad de escritora. Es verdad que también se encuentra en su obra de la vejez, “El hombre, obra de Dios”, una descripción minuciosa de todos los procesos metabólicos que se dan en el interior del hombre, pero sólo es para proporcionar una analogía con el alma, para explicar y hacer comprender esa cosa tan prodigiosa que llamamos alma.

No sólo Santa Hildegarda no había escrito nada que tuviese que ver con la medicina, de manera que su libro de medicina, nos puede parecer que sea como un bloque errático, ¡sino que además ella nunca practicó la medicina! Prueba de ello es el silencio total y absoluto de todas las fuentes sobre su práctica de la medicina. Si hubiese hecho estudios o investigaciones en historia natural o si hubiese practicado la medicina, encontraríamos un indicio en alguna parte. Sin embargo, ni en las obras de Hildegarda, ni en cualquiera de sus contemporáneos, ni en toda la tradición de los siglos posteriores, nada se dice de que haya practicado la medicina. Ha sanado, según la tradición únicamente por la fuerza milagrosa, pero nunca con medicamentos. Todas las afirmaciones que pretenden lo contrario y que fueron lanzadas por los así llamados “conocedores de Hildegarda” surgieron durante el obscuro siglo XIX y son totalmente fantasiosas y carecen de fundamento. Por desgracia, han dejado huellas que han subsistido en la literatura hildegardiana hasta nuestros días.

A esto se añade el hecho que Hildegarda ella misma, al final de su vida, atestiguó expresamente y declaró:

“… Que todos sus escritos, todo lo que ha escrito, provenía exclusivamente de su pantalla celeste (nube centellante llena de palabras, imágenes y de sonidos) …”

Y en otro pasaje de uno de sus libros declara:

“Nunca me he empleado en estudios impartidos por un profesor de este mundo…”

De hecho, los eruditos del mundo monástico de su tiempo, aún no se habían sentido llevados hacía una investigación que se refiriese a las ciencias de la naturaleza. Se puede afirmar que esa investigación sólo comenzó 100 años más tarde con Alberto el Grande (murió en 1280) y con Roger Bacon (murió en 1294). En cuanto a la investigación medicinal propiamente dicha, no hay un solo rastro en la época de Santa Hildegarda.

¡Y sin embargo tiene que ser una mujer, que desde sus ocho años creció en un medio monástico y que desde que tenía 38 años fue superiora y fundadora de una comunidad floreciente de benedictinas, la que nos hable de medicina!

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